viernes, julio 4, 2025
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    “La Malvada” que pelea con el corazón: la historia de Maribel Orellano, una guerrera del kickboxing

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    A sus 25 años, Maribel Orellano —apodada “La Malvada” por sus compañeros de trabajo— lleva adelante una historia de esfuerzo, pasión y superación que trasciende el ring. Con 23 peleas en su haber y 13 victorias, esta joven de Monte Cristo combina su rutina laboral, sus estudios y su vida personal con el riguroso entrenamiento del kickboxing, un deporte que le enseñó disciplina, confianza y carácter.

    En esta entrevista, Maribel nos abre las puertas de su mundo para contar cómo empezó en esta disciplina, qué desafíos enfrentó, qué siente antes de cada combate y cuáles son sus sueños para el futuro. Más que una historia de peleas, es la historia de una mujer que decidió animarse a romper prejuicios y a demostrar que la fuerza verdadera nace desde adentro.

    • ¿Cómo y cuándo empezaste a practicar kickboxing?

    Empecé en 2020, cuando veía entrenar a mi hermana en el gimnasio. Yo iba, pero solo hacía musculación… y bastante salteado. Del otro lado daban clases de kickboxing y siempre me llamaba la atención, pero no me animaba. Hasta que un día decidí probar.

    Fui a una clase, me encantó y empecé a ir tres veces por semana. Al principio lo tomé como algo recreativo, sin pensar en competir. Pero con el tiempo fui mejorando, me ofrecieron federarme… y me animé. Así empezó todo.

    • ¿Qué fue lo que te motivó a elegir este deporte y no otro?

    Fue por mi hermana. Ella ya competía y, al acompañarla a entrenamientos y peleas, algo en mí se encendía. Me gustaba el ambiente, la energía de los eventos. Al principio solo observaba, pero verla con tanta pasión me impulsó. Me animé por eso: por verla a ella y por sentir que tal vez yo también podía estar ahí.

    • ¿Cómo reaccionó tu entorno cuando dijiste que querías hacer kickboxing?

    Al principio fue parecido a lo que le pasó a mi hermana. Mi mamá, al comienzo, estaba bastante negada. Le costaba la idea de que, siendo mujer, me golpearan o estuviera en un ambiente de combate. Le generaba miedo, como a muchas madres, supongo.

    Mi papá, en cambio, siempre estuvo más a favor. Nunca practicó el deporte, pero le gustaba, lo entendía, y me apoyó desde el primer momento. Con el tiempo, mi mamá también fue entendiendo. Le costó un poco más, sobre todo cuando empezamos a pelear en serio. Al principio le mostraba los videos de los entrenamientos o combates y se quedaba medio impresionada, como diciendo «¡Ay no!». Pero hoy ya está más tranquila, ya se acostumbró. Me ve segura, feliz, y creo que eso también la hizo cambiar su mirada.

    • ¿Cómo es un día de entrenamiento típico para vos?

    Arranco a las ocho de la mañana. Primero hago una hora y media de musculación con el profe Gerardo Reina, y después paso a la parte técnica del kickboxing, que también dura una hora y media. En total entreno unas tres horas por la mañana.

    Cuando puedo, sumo un segundo turno a la siesta. No es todos los días, pero siempre que tengo la oportunidad, aprovecho. Trato de mantenerme lo más activa posible.

    • ¿Qué es lo más difícil y lo más gratificante de entrenar kickboxing?

    El kickboxing es un deporte muy exigente, que requiere trabajar cuerpo, técnica y mente. Para mí, lo más difícil sigue siendo la parte mental, especialmente confiar en mí misma, algo en lo que sigo mejorando.

    Lo más gratificante es entrenar, aunque a veces no tengas ganas. Siempre que salgo de entrenar siento que valió la pena y que di todo. Después de una pelea, ganando o perdiendo, lo importante es bajar del ring sabiendo que di el cien por ciento. Eso para mí ya es una victoria.

    • ¿Cómo manejás el equilibrio entre tu vida personal, estudios, trabajo y el deporte?

    Trabajo por la tarde en la pileta de Manantiales, por eso entreno todas las mañanas. En el trabajo me apoyan mucho y me dan permiso para viajar o competir. Mi pareja también entrena, así que nos acompañamos en este camino, y mi familia también me brinda su apoyo.

    Estudio Ciencias Económicas, aunque ahora estoy en receso porque me costó coordinar con el trabajo y la facultad. Mi rutina era intensa: entrenar, cursar y trabajar desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche.

    Además, estoy haciendo un curso de musculación y personal trainer, que me apasiona, y empecé Pilates para complementar el entrenamiento. Todo suma y me ayuda en el kickboxing.

    • ¿Has participado en campeonatos? ¿Cómo fue esa experiencia?

    Empecé a competir en 2022, justo al salir de la pandemia, con mi primera pelea en Río Ceballos, Córdoba. Ese año hice tres combates dentro de la provincia. En 2023 viajamos más: Buenos Aires, San Luis, Río Tercero, Villa Allende, Capilla del Monte y, en mayo, peleé en Paraguay.

    Fue una experiencia muy linda. Al principio pensaba ir sola, pero mi novio, que también compite, me acompañó y me dio confianza. Venía cansada porque había peleado tres fines de semana seguidos, pero di lo mejor.

    El evento en Paraguay estuvo muy bien organizado, con peleas hasta la noche. Perdí por decisión dividida en una pelea pareja. Mi fuerte son las manos, aunque en kickboxing hay que combinar con piernas, y ahí sentí la diferencia.

    He peleado en jaula y en ring. En Córdoba peleamos en jaula, que te da seguridad, y en Paraguay fue en ring, que también me gustó. No tengo preferencia.

    Compito en semi-pro, con tres rounds de dos minutos. Aunque parece poco, esos minutos se sienten eternos por la adrenalina, diferente al entrenamiento, pero me encanta la sensación.

    • ¿Qué sentís antes de subir al ring? ¿Nervios, adrenalina, concentración…?

    Soy muy activa y de hacer chistes, pero antes de una pelea trato de frenar un poco. Últimamente me tomo unos minutos sola para respirar, concentrarme y pensar en la pelea. Esa pausa me ayuda a enfocarme.

    Después viene la entrada en calor y las palabras del profe José Gervasí, que siempre me motiva. En la esquina también está Facu, que es un gran apoyo. Esa contención previa se siente mucho.

    Trato de recordarme que el trabajo ya está hecho, que solo queda aplicar lo entrenado. Los nervios siguen estando, sobre todo cuando te nombran y te preparás. El corazón se acelera, sentís una mezcla de adrenalina y vulnerabilidad, pero cuando subís al ring… todo cambia. Ahí es donde demostrás lo que sos.

    • ¿Algún combate o logro que recuerdes con especial orgullo?

    Una de las peleas que más recuerdo con orgullo fue en San Luis. Fuimos solo tres: mi profe, Facu y yo. Éramos visitantes, peleando contra locales, con todo el público a su favor. Hacía muchísimo calor y peleamos cerca de la una de la madrugada, así que el desgaste fue grande.

    Aun así, fue una pelea muy técnica y ganamos dos de tres. Me di cuenta de que me gusta pelear de visitante, me siento más libre. En Monte Cristo, al principio, ni avisaba que peleaba, me da vergüenza que me vean. Soy perfil bajo, me cuesta ser el centro de atención.

    También valoro mucho las peleas en Buenos Aires. El nivel es altísimo y aunque no gané, siempre aprendí algo. Cada pelea deja una enseñanza, y eso también es crecer.

    • ¿Cómo vivís el hecho de ser mujer en un deporte que suele ser asociado a lo masculino?

    Al principio se notaba mucho la diferencia: éramos pocas mujeres entrenando y casi todas las peleas eran de varones. A veces había solo una femenina en todo el evento. Pero eso fue cambiando, ahora somos muchas más y se siente ese crecimiento, lo cual está buenísimo.

    En lo familiar, también fue un proceso. A mi mamá le costaba verme en este ambiente por los golpes y los prejuicios, pero con el tiempo fue entendiendo. Hoy me vé feliz y comprometida, y eso hizo que lo viva con más tranquilidad.

    • ¿Sentís que todavía hay prejuicios o barreras en el ambiente?

    Sí, sobre todo de parte de quienes no están en el ambiente. A veces hacen comentarios en broma, pero detrás hay prejuicios. Si ven a un chico golpeado dicen “es boxeador”, pero si me ven a mí, enseguida preguntan “¿no te da miedo?” o hacen chistes como “vos ni levantás las manos”.

    Son frases que reflejan estereotipos. La mayoría viene de gente que no conoce el deporte. Los que sí están dentro saben todo lo que implica: disciplina, respeto y esfuerzo. Y ahí, esos prejuicios desaparecen.

    • ¿Qué te enseñó el kickboxing más allá del deporte?

    El kickboxing me enseñó disciplina, constancia y que siempre se puede un poco más. Antes era de pensar “esto no es para mí” y quería largar fácil, pero con el tiempo —y gracias a mis profes— aprendí a empujarme.

    También me ayudó a forjar carácter y a confiar más en mí. Sigo siendo de perfil bajo, pero este deporte me dio herramientas que me sirven más allá del ring.

    • ¿Tenés algún referente o ídolo dentro del kickboxing o las artes marciales?

    Yo me inspiro en mi profe y en Facu. Ver a los grandes referentes está bueno, pero a veces parece que lo tienen todo más fácil. Nosotros entrenamos con mucha pasión, pero además trabajamos y tenemos otras responsabilidades.

    Mi profe, por ejemplo, sale de trabajar y aun así se encarga de llevarnos a los eventos. Esa dedicación es lo que realmente admiro. Ellos son mi ejemplo diario y los que me motivan a seguir.

    • ¿Qué objetivos tenés a futuro en esta disciplina?

    Mi objetivo es seguir compitiendo este año y el próximo, sumar peleas, mejorar mi ranking y, si se da la oportunidad, pasar a profesional. Para eso es clave poder viajar y enfrentar distintos rivales.

    También estoy por rendir para cinturón negro, lo que me habilita a ser profesora, algo que me entusiasma mucho. Me gusta acompañar a los que recién empiezan y siempre me asignan para guiarlos.

    Hoy soy cinturón marrón, el sexto de los siete niveles. Lograr el negro es un gran desafío y uno de mis objetivos más importantes, junto con seguir creciendo en el deporte.

    • Si tuvieras que darle un consejo a todos los que quieren empezar con este deporte, ¿qué les dirías? ¿Y qué consejo especial le darías a una mujer que quiere animarse?

    Primero que nada, les diría que se animen. Hay que dejar atrás la idea de que el kickboxing es violento, porque en realidad es todo lo contrario: enseña respeto, disciplina y confianza.

    A las mujeres, aún más: que prueben sin miedo. Hoy en mi grupo solo quedamos dos chicas, pero cada vez somos más. Este deporte te cambia el carácter, te fortalece, y más en estos tiempos.

    No hace falta competir; muchos empezamos por recreación, pero después te atrapa. A mí me pasó, y a muchos también. Por eso, mi consejo es: animarse, probar y dejarse sorprender.

    Maribel nos deja una enseñanza que va mucho más allá del kickboxing. Su historia es la de alguien que encontró en el deporte no solo un desafío físico, sino un camino para crecer, para romper barreras internas y externas, para descubrir una fuerza que muchas veces ni sabía que tenía.

    Su mensaje es claro y potente: no importa de dónde vengas ni cómo empieces, lo importante es animarse, dar ese primer paso, y confiar en que, con disciplina y pasión, podés llegar mucho más lejos de lo que imaginás. Porque el verdadero combate no está solo en el ring, sino en la mente y en el corazón.

    A todas las personas que están pensando en comenzar un deporte, que tengan dudas o miedo, Maribel les dice que el camino es para todos, que no hay que rendirse y que el esfuerzo siempre vale la pena. Que el deporte puede ser una escuela de vida, un espacio de crecimiento y de transformación personal. Su enseñanza es clara: animate a soñar y sobre todo, animate a luchar por vos mismo.

    Como bien nos muestra Maribel, los sueños se construyen con pasos firmes y con la valentía de nunca dejar de intentarlo.

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