En el Día Internacional de la Lucha contra la Violencia hacia la Mujer, escribo estas palabras desde una herida que, aunque está sanando, aún late en mi interior. Hablar de violencia de género no es solo hablar de números o noticias que leemos a diario. Es hablar de un dolor que he sentido en carne propia, un sufrimiento que marca y que cuesta poner en palabras. Pero también es hablar de resistencia, de esperanza y de la lucha que tantas mujeres enfrentamos cada día.
Recuerdo esos momentos de angustia, cuando el miedo se colaba en cada rincón de mi vida. Miedo a hablar, miedo a salir, miedo a ser yo misma. Porque la violencia no siempre comienza con un golpe; a veces es una palabra, una mirada que desarma, una humillación silenciosa que poco a poco te va arrebatando tu identidad. Mi experiencia me enseñó lo que tantas mujeres saben bien: que la violencia puede ser una prisión invisible, donde el dolor emocional es tan real como el físico.
Pasé por situaciones que no imaginé. Al principio, creí que era algo pasajero, que se resolvería y que era solo por un mal día de mi agresor. Pero la violencia tiene esa forma de infiltrarse hasta en lo más cotidiano, y lo que antes parecía un pequeño conflicto se transforma en una tormenta que no cesa. Me tomó tiempo darme cuenta de que lo que estaba viviendo no era normal, no era amor, y mucho menos era mi culpa.
Hablar de esto no es fácil. A veces, el silencio parece más cómodo. Pero aprendí que el silencio no es la solución, y quiero decirte a vos, que quizás estés pasando por algo similar, que no estás sola. Sé que el miedo paraliza, que la culpa te consume, pero hay una salida. Yo la encontré en el apoyo de las personas que me rodeaban, en mi familia, en amigos que me tendieron una mano, en esos espacios donde sentí que no tenía que ocultar lo que me estaba pasando. Salir de esa oscuridad fue un proceso, pero con cada paso, fui recuperando un poco más de mí misma.
Ahora sé que levantar la voz es una forma de sanar. Y no solo por mí, sino por todas las mujeres que siguen atrapadas en ese ciclo de violencia. Este día no es solo una fecha simbólica; es un llamado a la acción. Porque no podemos seguir permitiendo que tantas mujeres sufran en silencio, que tantas vidas se pierdan. La lucha contra la violencia de género es una lucha de todas y todos. Es un compromiso que debemos asumir para transformar la realidad.
Las leyes son importantes, sí. Pero también lo es el cambio cultural, que comienza en nuestros hogares, en la manera en que criamos a nuestros hijos e hijas, en las conversaciones que tenemos con nuestras amistades, en el ejemplo que damos. Cada gesto cuenta. Es necesario que sigamos visibilizando, educando y creando conciencia de que la violencia de género no es solo una «cuestión de mujeres». Es una problemática social que nos involucra a todos.
Hoy, elijo hablar para que otras mujeres no tengan que pasar por lo que yo pasé. Y quiero que sepas que tu voz también puede ser una herramienta poderosa de cambio. Si estás leyendo esto y sentís que algo en tu vida no está bien, si te identificás con estas palabras, no te calles. Buscá ayuda. Hay redes de apoyo, hay personas que te van a escuchar, y, sobre todo, hay una vida fuera de la violencia que te está esperando.
En este Día Internacional de la Lucha contra la Violencia hacia la Mujer, mi mensaje es claro: no dejemos que el miedo o la vergüenza nos silencien. Alzar la voz es un acto de valentía, de amor propio y de justicia. Yo lo hice, y vos también podés hacerlo. Por nosotras, por las que ya no están, y por todas las que vendrán, sigamos luchando. Porque cada vez que una mujer sale de esa prisión invisible, todas nos hacemos un poco más libres.