Érase una vez un pequeño poblado del interior alejado de los ruidos de la ciudad, pero lo suficientemente cerca como para no quedar aislado del progreso.
Un pueblito en donde todo el mundo se conocía, en donde todos se ayudaban, y al cual los vecinos de la zona acudían para disfrutar de su paisaje, y de un ingrediente que lo hacía distinto a los demás pueblos de la región. Este lugar tenía algo que otros no, tenía un río.
Mansas aguas recorren el contorno de Capilla. Esas aguas que en tiempos pasados guardaban anécdotas de disfrute. De familias mitigando las horas de calor a las orillas del cauce de agua, de niños zambulléndose en sus ollas refrescantes. Todo tiempo pasado fue mejor, reza el refrán. Y aunque parezca pesimista, en este caso encaja perfectamente.
Hace varios años la ciudad de Córdoba parió un monstruo que fue creciendo día a día, a paso firme. Desinversiones, falta de decisión política, desmanejo de fondos, o simplemente falta de interés en solucionar una problemática que nos afecta a todos. Todos estos motivos son parte de la causa de que la planta de tratamientos cloacales de Bajo Grande no funcione como debería hacerlo.
Son de público conocimiento las falencias del funcionamiento de la Planta Depuradora, todos los años se conoce de épocas en donde las aguas grises son vertidas prácticamente sin filtros al cauce del Suquía, y es lógico que esa contaminación no solo afecte a los cordobeses que viven en el anillo externo de la circunvalación, sino también a las numerosas localidades y parajes que se encuentran en la rivera de su recorrido hasta llegar a la Mar Chiquita. Desde luego que el mayor impacto lo reciben las localidades más cercanas a la ciudad, y este es el caso de Capilla.
Días atrás la situación se volvió insostenible para los capillenses. Por las noches el olor nauseabundo parecía intensificarse al punto tal de que se debían cerrar ventanas, y refugiarse en los domicilios para soportar esta situación. De pronto no sólo fue olor, sino también irritación en ojos y vías aéreas, y algunos casos de malestar estomacal y nauseas.

Ante esto, los vecinos decidieron tomar cartas en el asunto. Referentes locales, del municipio, como la Jefa Comunal Miriam Gómez, como de la oposición, abandonaron viejas diferencias y se unieron en una causa común con sus vecinos. Así fue como el pasado 11 de enero, se congregaron en el tradicional puente del municipio y convocaron a distintos medios locales. Con pancartas, barbijos y carteles, un numeroso grupo de habitantes del sector se manifestaron por la grave situación de desprotección que están viviendo, y la noticia recorrió la provincia.
Consultada al respecto por medios colegas, su intendente, Miriam Gómez afirmó que el problema lo tienen desde hace años, pero “en la última semana, realmente, se abusaron”. A su vez ratificó lo que los vecinos vienen denunciando “No podemos vivir más, no podemos dormir más, nuestros niños se están enfermando y lloran por las noches”.
De acuerdo con lo reclamado por el grupo de capillenses, aparentemente es en el horario de la noche, después de las 22 que se intensifica el olor, y dura hasta aproximadamente las seis de la mañana.
El reclamo quedó hecho. Sólo resta esperar las declaraciones de la municipalidad de Córdoba al respecto. Los vecinos reclaman menos promesas, y más soluciones.