Lo que comenzó en 1995 como una apuesta arriesgada en un pequeño pueblo de 4,000 habitantes, hoy celebra tres décadas de historia, crecimiento y un profundo impacto en su comunidad. El fundador de este icónico gimnasio en Monte Cristo, Gerardo Reyna; nos abre las puertas para contarnos su historia, un relato que va más allá del entrenamiento físico. Desde sus humildes inicios en el Club Lucas Vasquez con solo dos alumnos, hasta convertirse en un semillero de profesionales del deporte, su trayectoria está marcada por una decisión clave: elegir la vocación por encima del dinero. A través de su experiencia como fisicoculturista y una filosofía basada en el servicio, la fé y el cuidado integral de la salud, Gerardo ha construido un legado que trasciende las paredes del gimnasio.
- ¿Cómo nació la idea de abrir este gimnasio hace 30 años?
La historia comenzó cuando trabajaba en la terminal de ómnibus de Córdoba y un compañero, Raul Saavedra, me invitó a conocer su pueblo, Monte Cristo. En ese entonces, yo ya tenía un gimnasio en barrio Patricios desde 1990. Me gustó el lugar, que en ese momento solo tenía 4 mil habitantes, y decidí mudarme con mi familia. Con la ayuda del intendente de la época, «pochi» Rossi, instalé el gimnasio en el Club Lucas Vasquez en agosto de 1995; ahí fue donde nació todo.
- ¿Qué recuerdos guardas de los primeros días, cuando recién abrían las puertas?
Mi primer recuerdo es que no había nadie que ofreciera este tipo de entrenamiento, y tampoco generaba mucho interés en la gente. Recuerdo que solo tenía dos alumnos: mi compañero Raul Saavedra y otra persona más. Fue un comienzo duro, como suelen serlo, especialmente porque yo no era nativo del pueblo.
- ¿Cómo influyó tu experiencia como deportista en la filosofía y el enfoque del gimnasio?
El haber competido como fisicoculturista me dio una ventaja que muchos no tienen. Me brindó la experiencia necesaria y me ayudó a conocer el deporte en profundidad.
- ¿Hubo algún momento clave o desafío que marcara el rumbo del proyecto en sus inicios?
Sí, en ese tiempo yo tenía dos trabajos: el de la terminal de ómnibus en Córdoba, que me daba un buen ingreso para mantener a mi familia, y el gimnasio. El momento clave fue tener que decidir entre mi vocación y el dinero.
- ¿Qué cree que hace único a este gimnasio frente a otros de la ciudad?
Creo que es mi vocación de servir al prójimo. Siento que cuando recibo a las personas en mi gimnasio, estoy ahí para ayudarlas y contenerlas, no solo en su salud física, sino también en lo espiritual. Esta perspectiva nació cuando empecé a conocer a mi Señor Jesucristo; soy una persona creyente de hechos, no solo de palabras, y me esfuerzo por dar lo mejor a quienes me rodean.
- ¿Cómo describiría la relación que han construido con la comunidad a lo largo de estas tres décadas?
¡Excelente! Siempre he sido muy respetuoso con mis alumnos y ellos me han respondido con mucho amor y fidelidad. Tengo personas que vienen al gimnasio desde hace más de 20 y hasta 30 años. Con algunos de ellos he formado una linda amistad y estoy muy agradecido por eso.
- ¿Qué papel han jugado los clientes y el equipo de trabajo en el crecimiento del gimnasio?
Varios profesionales que hoy están ejerciendo comenzaron aquí como clientes. Se dieron cuenta de que les gustaba el entrenamiento, lo convirtieron en su profesión y emprendieron sus propios proyectos personales. Por ejemplo, Jose Gervassi y Facundo Almada, que son profesores de kickboxing, y Marilyn Sosa, son algunos de los casos más recientes. Lo que empezó como un pasatiempo para ellos terminó convirtiéndose en su pasión y profesión.
- ¿Cómo han evolucionado las rutinas, el equipamiento y las tendencias de entrenamiento desde que empezaron?
Los cambios han sido significativos. Cuando comencé, pocos médicos y kinesiólogos recomendaban el entrenamiento de fuerza. Hoy, eso ha cambiado exponencialmente y todos los profesionales de la salud indican trabajos de fuerza a sus pacientes porque han comprendido sus beneficios. En cuanto al equipamiento y la estética del gimnasio, también hemos tenido cambios importantes y seguimos trabajando duro para ofrecer lo mejor.
- ¿Qué metas o proyectos tienen para los próximos años? ¿Cómo imagina el gimnasio dentro de 10 años?
Lo veo expandido y con diferentes sucursales, si Dios me lo permite. Me veo a mí mismo todavía activo, pero no como un jugador en la cancha, sino como un director técnico, dirigiendo a los profesores más jóvenes y generando fuentes de trabajo. Esa es mi meta a futuro.
- ¿Qué mensaje le daría a las nuevas generaciones que quieren emprender en el mundo del deporte y la salud?
Que se capaciten lo más que puedan y que den siempre lo mejor, pero sin perder el enfoque en lo que realmente importa: la salud. Lo estético es pasajero, y debemos hacerle entender a la gente que el entrenamiento debe ser un hábito, no una moda que se pueda abandonar. Debemos trabajar para que cada vez más personas comprendan esto.
- Si pudiera resumir en una frase el legado que quiere dejar, ¿cuál sería?
Sería dejar un camino para que otros puedan transitarlo, sirviendo a los demás con amor y profesionalismo.
Tras tres décadas de trabajo, la visión de este pionero del fitness sigue firme y con la mirada puesta en el futuro. Su legado no se mide en la cantidad de equipos o sucursales, sino en las vidas que ha transformado, inspirando a clientes a convertirse en profesionales y promoviendo la salud como un hábito duradero. Su meta final es clara: dejar un camino pavimentado con amor y profesionalismo para que las nuevas generaciones continúen sirviendo a la comunidad.

