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martes, marzo 11, 2025
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    Cada herida es un verso no contado

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    ¿Y si pudiéramos hablar de nuestras heridas, de nuestro pasado, de las huellas que dejaron esas heridas que se convirtieron en cicatrices y que por más sanadas que estén quedan rastros de ellas…? 

    Una frase del Psicoanalista Gabriel Rolón en su último libro “La Felicidad: Más allá de la Ilusión” publicado en Diciembre del 2023 dice: “Todos hemos atravesado momentos difíciles y llevamos heridas que no siempre sanarán. No dejemos que las sombras del pasado oscurezcan el presente.”

    Y sí, la vida  es un viaje que inevitablemente en el camino nos enfrenta a momentos de oscuridad. Aquellos momentos que desafían nuestra fortaleza y nos dejan heridas. Todos, en algún instante hemos sentido el peso de las dificultades, la soledad, el miedo o el dolor. Llevamos marcas, algunas visibles y otras ocultas detrás de una sonrisa o un gesto cotidiano. Ellas cuentan una historia, un fragmento de lo que hemos vivido, amado y perdido. Dichas heridas, algunas veces sangran y duelen; pero al mismo tiempo son el recordatorio de que hemos sobrevivido, de que cada batalla que enfrentamos nos ha hecho quienes somos hoy.

    Aunque algunas de esas marcas nunca desaparezcan por completo, no debemos permitir que se conviertan en cadenas que nos impidan avanzar. El pasado con sus sombras puede ser un maestro duro. A veces esas sombras intentan seguirnos oscureciendo los momentos de paz, los días soleados, las pequeñas alegrías que nos ofrece el presente, pero también es un testimonio de nuestra capacidad para resistir. Hemos llorado, hemos caído, pero también hemos encontrado la fuerza para levantarnos una y otra vez, tal vez en uno mismo, en alguna persona que se cruzó por nuestro camino y quizás otros se refugiaron en sus creencias y en Dios. 

    Por más profundas que sean las heridas causadas por otros, no debemos permitir que ese dolor se convierta en un castigo para quienes llegan a nuestras vidas con buenas intenciones. No es justo hacer pagar a alguien más por los errores de otro, porque cada persona merece ser vista por quien es; no a través del prisma o del espejo de nuestras experiencias pasadas. Liberarnos de esa carga no solo es un acto de amor hacia los demás, sino también hacia nosotros mismos, porque cargar con resentimientos solo prolonga el sufrimiento. Sanar implica aprender a abrir el corazón sin proyectar viejas sombras en quienes no tienen culpa alguna.

    Es normal mirar atrás y sentir la punzada de lo que fue, de lo que no pudo ser, o de lo que perdimos. Sin embargo, es crucial recordar que el pasado no tiene poder sobre nosotros si no se lo damos. 

    Cada día es una oportunidad nueva. Un regalo que la vida nos entrega para elegir cómo queremos caminar. Aunque las heridas no siempre sanen por completo, podemos aprender a convivir con ellas sin dejar que nos definan. Son marcas de lucha, pero también de resiliencia, porque cada vez que caímos, nos levantamos. Cada lágrima que derramamos, aunque amargue, también limpia, también alivia.

    No olvidemos que la luz siempre está presente, incluso en los días más grises. A veces, solo hace falta girar un poco la mirada, abrir las ventanas de nuestra mente y corazón, y permitir que entre. La felicidad no es la ausencia de dolor, sino la elección consciente de encontrar belleza, esperanza y amor incluso en medio de las dificultades.

    Si las sombras del pasado amenazan con oscurecer el presente, recordemos esto: No somos nuestras heridas. Somos mucho más que nuestros fracasos o nuestras pérdidas. Somos los instantes de risa que compartimos, los abrazos que damos, los sueños que aún nos quedan por alcanzar.

    Permitámonos de una vez por todas soltar lo que ya no nos sirve, lo que pesa en el alma. Abracemos con gratitud lo que tenemos hoy, porque, aunque imperfecto, es nuestro. La vida no es un camino recto, pero en cada curva y cada tropiezo hay lecciones que nos invitan a crecer, a ser más fuertes y más compasivos con nosotros mismos.

    Hoy, tomemos la decisión de avanzar. Hoy. Aunque cueste, aunque el pasado susurre al oído no dejemos que el ayer nuble la belleza del ahora. Aunque el pasado haya dejado cicatrices, el presente está lleno de posibilidades, de momentos por construir, de instantes para amar y ser amados. Recordemos que cada día es una página en blanco donde podemos escribir una historia nueva, una donde la esperanza, la resiliencia y la gratitud ocupen el lugar principal. Mereces vivirlo en plenitud, con todas tus cicatrices, porque ellas son prueba de tu valentía y de que, a pesar de todo, seguís aquí.

    Tunel árboles en unas vías de tren

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