Un recorrido por la historia y lo qué pasó ese día que marcó para siempre el futuro de Córdoba y del país.
En mayo de 1969 comenzaron a evidenciarse los síntomas de un descontento que venía creciendo entre distintos sectores de la población debido al cierre de los canales de participación política y la política educativa, social y económica del gobierno.
El 15 de mayo la policía reprimió violentamente una manifestación de estudiantes en Corrientes. Allí murió el estudiante de medicina Juan José Cabral. Dos días después, en Rosario, estudiantes que se movilizaban para repudiar el crimen de Cabral fueron enfrentados por la policía. Uno de los uniformados, el oficial Juan Agustín Lescano extrajo su arma y asesinó al estudiante Adolfo Bello, de 22 años. El hecho produjo la indignación de los rosarinos, que se manifestaron masivamente en una «marcha del silencio».
El 21 de mayo la policía volvió a reprimir y a cobrarse una nueva víctima, el aprendiz metalúrgico Luis Norberto Blanco, de 15 años. La situación se agravó y las calles de Rosario fueron ocupadas por obreros y estudiantes que levantaron barricadas y encendieron fogatas para contrarrestar los efectos de los gases lacrimógenos, las que alimentaron con mesas, sillas, cajones, cartones y papeles arrojados por los vecinos desde sus balcones para colaborar con los manifestantes. Era el «Rosariazo», el primer estallido de una larga lista que expresaba el descontento popular con la dictadura de Onganía, quien decretó la ocupación militar de Rosario y otros varios puntos de la provincia de Santa Fe.
Estas noticias tuvieron gran repercusión en Córdoba, donde existía una estrecha relación entre los estudiantes y los obreros de las grandes fábricas instaladas en el cordón industrial, ya que muchos trabajadores estudiaban en la Universidad de Córdoba. Este hecho, sumado a la constitución de un movimiento obrero muy combativo, surgido con posterioridad al peronismo al calor de las corrientes de ideas revolucionarias de los años sesenta, llevaron a que el proceso de politización creciera notablemente tanto en las fábricas como en las facultades.
A la indignación por los graves hechos de Corrientes y de Rosario se sumó, en Córdoba, el descontento provocado por la decisión del gobierno provincial de suprimir el «sábado inglés» (trabajar solo medio día los sábados), lo que implicaba en los hechos una rebaja salarial porque no se pagaban las horas extra.
Los trabajadores de la CGT de Córdoba, liderada por Elpidio Torres, de la industria automotriz, nucleados en SMATA liderados por René Salamanca, y los de Luz y Fuerza, conducidos por Agustín Tosco, convocaron a un paro activo con movilización, por 36 horas a partir de las 10 de la mañana del 29 de mayo, en coincidencia con la celebración del día del Ejército. Inmediatamente los estudiantes se adhirieron a la medida de fuerza.
Por la mañana del 29 ya podían verse las grandes columnas de obreros y estudiantes que se fueron acercando al centro de Córdoba. La represión policial se cobró la primera víctima, el obrero Máximo Mena. Este hecho aumentó la indignación de los huelguistas, que formaron barricadas y desbordaron la represión de la policía, que debió retirarse enseguida por la oposición de los manifestantes.
La ciudad fue controlada por ellos durante unas 20 horas en las que se produjeron incendios y roturas de vidrieras de las principales empresas multinacionales instaladas en Córdoba y de reparticiones oficiales. Finalmente, el gobierno encargó la represión al Tercer Cuerpo de Ejército, que después de algunas horas y varios enfrentamientos logró controlar la situación. El saldo fue de 20 manifestantes muertos y cientos de detenidos, entre ellos los líderes sindicales Agustín Tosco y Elpidio Torres.
Desde los hechos de Córdoba, el Ejército, mediante su jefe, el general Alejandro Agustín Lanusse, venía presionando a Onganía para que compartiera las decisiones políticas con las Fuerzas Armadas y tomara conciencia de la gravedad de la situación nacional: en ella, ya no cabía su proyecto de dictadura autoritaria y paternalista sin plazos, cuyo modelo era el régimen instaurado por Franco en España.
El secuestro y asesinato del general Aramburu, llevado a cabo por los montoneros, y la incapacidad del gobierno para esclarecer el hecho fueron el detonante para un nuevo golpe interno. El desprestigio involucró al Ejército; su líder indiscutido, el general Lanusse, optó por permanecer en segundo plano y preservar su figura designando como presidente, en junio de 1970, a Roberto Marcelo Levingston, un general que cumplía funciones como agregado militar en Washington.
Además de por su contenido violento, el Cordobazo impactó profundamente en la sociedad argentina por su carácter sorpresivo. Este movimiento popular, que contó con el apoyo de los estudiantes cordobeses, sorprendió también por haber sido protagonizado por sectores sindicales fuertemente ideologizados.
Datos curiosos:
EL «CORDOBAZO» SEGÚN LANUSSE
«Los elementos subversivos actuaron y en algún momento marcaron el ritmo. Pero en la calle se vela el descontento de toda la gente. Por lo que pude ver y escuchar, así como por lo que vieron y escucharon los jefes y oficiales de la guarnición, puedo decirle que fue la población de Córdoba, en forma activa o pasiva, la que demostró que estaba en contra del Gobierno Nacional en general y del Gobierno Provincial en particular. Informe del General Lanusse al presidente Onganía, 2 de junio de 1966. en Alejandro Agustín Lanusse, Mi Testimonio, Buenos Aires, Lasserre, 1977.
«CORDOBAZO» SEGÚN ONGANÍA
«Cuando en paz y en optimismo la República marchaba hacia sus mejores realizaciones, la subversión, en la emboscada, preparaba su golpe. Los trágicos hechos de Córdoba responden al accionar de una fuerza extremista organizada para producir una insurrección urbana. La consigna era paralizar a un pueblo pujante que busca su destino. Mensaje al país del General Onganía, en La Nación, 5 de junio de 1969.
Para entender el malestar social y las heterogéneas ideas políticas que encarnó el «Cordobazo», nada mejor que recordar algunas de las consignas que fueron utilizadas durante el mismo: «La obediencia comienza por la conciencia, la conciencia es la desobediencia», «Pueblo al poder, milicos al cuartel», y quizás uno de los más repetidos en futuros actos y concentraciones: «Luche, luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular»
Fuente: “Argentina, más de doscientos años de historia”