En una era donde la tecnología domina nuestros días y los relojes digitales se han vuelto comunes, aún persiste el oficio artesanal de quien da vida y precisión a los relojes tradicionales. Tito Romagnoli, el único relojero de Montecristo, es un hombre que ha dedicado su vida a mantener en marcha el tiempo de nuestra ciudad. En su pequeño taller, lleno de historia y herramientas que parecen de otra época, conversamos sobre su trabajo, la evolución del oficio y su pasión por este arte casi extinto.
¿Cuánto tiempo lleva dedicado a la relojería y cómo comenzó su pasión por este oficio?
Llevo trabajando aproximadamente 60 años. Me inicié en este oficio gracias a mi padre, un hombre con gran pasión por la mecánica. Él reparaba máquinas de coser, escopetas y los camiones en los que trabajaba con su hermano. Un día, vió una publicación sobre relojería. En esa época, se podía estudiar esta profesión en la «Escuela Universal de Relojería», donde mi padre se graduó como Técnico Relojero-Cronometrista en 1959. Después de que se recibió, mi madre abrió la relojería, y con el tiempo, la profesión empezó a atraerme. Mi padre me enseñó tanto la teoría como la práctica, y fui aprendiendo a su lado. Así fue como nació mi pasión por la relojería.
¿Qué lo motiva día a día a seguir este camino, especialmente en una época donde los relojes digitales son tan comunes?
Cada reloj es único. Aún existen muchos relojes automáticos y de cuarzo, y su reparación depende de si se consiguen los repuestos adecuados. Algunos son más sencillos de arreglar, mientras que otros son más complejos. Si veo que tiene solución, me dedico a repararlo. Siempre busco la manera de resolver el problema, sin importar cuánto tiempo me tome. No lo dejo hasta estar seguro de si funciona o no. Disfruto encontrar el problema y solucionarlo.
¿Qué tipo de relojes disfruta más reparar: los mecánicos, antiguos o los modernos?
Me aferro a la idea de reparar cada reloj de una u otra manera, me entrego a ellos con verdadera pasión hasta lograr sacarlos adelante. Disfruto tanto trabajar con relojes antiguos como modernos, ya que me he capacitado, asesorado e investigado para encontrar soluciones. En especial, me encanta restaurar relojes de pared antiguos, algunos con más de 100 años. De hecho, en el negocio tenemos uno de ellos en exposición, y sigue funcionando, y lo seguirá haciendo mientras yo lo repare.
¿Alguna vez ha reparado un reloj con una historia especial o emocional detrás?
Diariamente me llegan relojes con historias maravillosas que me cuentan los clientes: de quiénes fueron y por qué desean que los repare. Aunque muchas veces la juventud no les da importancia, con el tiempo empiezan a valorar la historia que hay detrás de cada uno. Ahí es cuando asumo el desafío de devolverles la vida. Siento que no solo estoy reparando una pieza mecánica, sino que estoy ayudando a preservar un legado familiar. Son esas historias las que me recuerdan por qué amo tanto mi oficio.
Creo que a muchos vecinos de Monte Cristo nos preocupa por quién continuará con su oficio, ¿Tiene algún aprendiz o alguien a quien le esté transmitiendo su conocimiento para que continúe con el oficio?
Todos mis hijos tienen conocimientos sobre relojería, aunque cada uno ha seguido su propia profesión. Solo uno de ellos ha reparado algunos relojes en mi ausencia y es quien muestra más interés en continuar con mi negocio. Yo, por mi parte, seguiré trabajando mientras pueda; no tengo planes de dejarlo. Si me siento bien y veo que puedo hacerlo, continuaré. No está en mis planes retirarme y quedarme en casa, no es parte de mi personalidad. Siempre he trabajado y buscado el progreso, no solo para mí, sino también para mi pueblo.
¿Le preocupa quién continuará con la relojería en la ciudad cuando ya no esté ejerciendo?
No, no es algo que me preocupe. Hace años, varios relojeros intentaron abrir sus propios negocios, pero al estar tan cerca de la ciudad, la verdadera competencia está afuera, no en Monte Cristo.
¿Ha pensado en enseñar su oficio formalmente a las nuevas generaciones, o considera que es un arte que debe aprenderse de manera más personal?
Yo no nací para enseñar. Recuerdo que en varias ocasiones mi hermana me decía: «¿Por qué no le decís a Fabricio que haga algo en la relojería…?» Y siempre respondía: «Si no le nace a él, no vale la pena. Si tiene interés, que vaya a la escuela de la cámara de relojeros a aprender». Este es un oficio que requiere mucha precisión, porque si el reloj se atrasa o adelanta, todo se complica. Trabajamos con piezas muy pequeñas, y es fundamental tener exactitud en el armado.
¿Qué le gustaría que la gente recordara sobre su labor cuando ya no esté ejerciendo como relojero?
Lo que más me importa hoy en día es que me digan que hice un buen trabajo, que el reloj quedó bien. Gracias a Dios, a diario escucho las recomendaciones de boca en boca, donde la gente me reconoce como un buen relojero y, sobre todo, como una persona honesta. Tengo clientes no solo de los alrededores de Monte Cristo y Córdoba, sino también de lugares como Santo Domingo y hasta de Colombia. Para mí, es un orgullo haber logrado esto, y agradezco haber tenido a una compañera que siempre me apoyó y acompañó en el negocio.
Si no se hubiera dedicado al mundo de la relojería, ¿en que le hubiera gustado estar enfocado?
Cursé estudios de magisterio y me gradué como Maestro en Río Primero, donde también realicé mis prácticas. Luego consideré la posibilidad de seguir estudiando, pero mi madre, y en cierta medida mi padre, me orientaron hacia este oficio, así que decidí continuar adelante.
¿Qué actividades disfruta fuera de su trabajo como relojero?
A mí me hacen bien las plantas, y tengo la fortuna de que todo lo que planto florece. Me brindan una sensación de bienestar, son mi terapia, porque cuando estoy con ellas, me olvido de todo lo demás.
¿Tiene algún pasatiempo o interés que le apasione además de la relojería?
En mi juventud, siempre fui apasionado por el deporte. Formé parte de la comisión del Club, en especial del Club Defensores, que mi padre fundó. Además, él también fue el fundador del Centro de Jubilados, y luego impulsó la fusión entre el club y el centro. Ahora, sigo sus pasos con la misma dedicación, porque no me gustaría que todo ese esfuerzo se pierda. Estamos trabajando con un equipo de personas que realmente ponen pasión en lo que hacen.
¿Qué le inspira en la vida cotidiana fuera de su trabajo?
En mi vida cotidiana, si hay algo que reparar, lo hago. Me gusta mantener el orden en casa, algo que debo agradecer a mi mujer, ella se encargó de la educación y crianza de nuestros hijos mientras yo me dedicaba a la política. Mi pasión es la política. Creo que hay pocos pueblos que han creci8do tanto como Monte Cristo, y eso me emociona profundamente porque he tenido el privilegio de verlo crecer. Me retiré de la política en 2007, convencido de que era el momento adecuado para darle espacio a la juventud y permitirles continuar con ese crecimiento.
Así, entre tictacs y engranajes, Tito continúa siendo no solo el guardián del tiempo en Montecristo, sino que también teje los hilos invisibles del tiempo y los recuerdos de quienes depositan en sus manos parte de su historia familiar. Con cada reloj que vuelve a latir, Tito nos recuerda que, a pesar de los cambios y la modernidad, hay cosas que no pueden medirse con un simple marcador digital: el valor de lo artesanal, la memoria de quienes ya no están y el inquebrantable paso del tiempo, que en su taller parece detenerse, aún en medio de un mundo que avanza a toda velocidad. En ese pequeño rincón, lleno de herramientas y pequeñas piezas, se mantiene viva la esencia de lo que realmente importa: el tiempo compartido, las historias que marcan nuestras vidas y la paciencia de quien, con delicadeza y pasión, logra dar vida nuevamente a aquello que otros darían por perdido.